jueves, 16 de diciembre de 2010

El cristianismo de Jesucristo


La doctrina de Jesús no contiene una multitud de dogmas. Jamás acudió al espíritu de Jesús la idea de creerse un Dios, o igual o tan solo semejante a Dios; jamás emplea la expresión de «Hijo de Dios» más que para designar un objeto privilegiado del amor paternal de Dios hacia todos. Además, Jesús no ve en la muerte que le espera más que un medio enérgico de despertar a los indiferentes de su letargo y excitarles a la enmienda. 
Jesús era judío de los pies a la cabeza su educación había sido la educación nacional judía; Vivió y murió en el círculo de las ideas de su tiempo y de su pueblo, participando de la superstición del primero lo mismo que de la fe nacional en las profecías que era propia del segundo. Jesús no se salía, pues, de las vías ya trazadas por el sentimiento religioso de su pueblo, cuando, al acentuar el carácter indeleble de la ley mosaica, no perdía de vista, sin embargo, la propaganda del culto de Jehová entre los gentiles. 
Jesús es judío y nada más que judío; La doctrina de Jesús nada encierra que no estuviera en la cultura de su tiempo completamente impregnada del Talmud; algunas de sus parábolas están tomadas del Talmud. El mérito positivo de su enseñanza no consiste de ningún modo en que hubiese enseñado nada nuevo, ni siquiera que hubiese dado a los elementos existentes un carácter esencialmente nuevo, invirtiendo su posición respectiva, sino tan sólo en el hecho que, gracias a él, la tradición se escuchó en la plaza pública, los más pobres y los más miserables alcanzaron así su parte de edificación y de instrucción, y con su vista penetrante y segura supo sacar de la hipertrofia de la erudición talmúdica verdaderas perlas, sabiendo presentar con sencillez los preceptos que recogía y, por virtud de una exposición viva y figurada, poner al alcance de la inteligencia del pueblo lo que hasta entonces le había sido totalmente extraño. 
Ahora bien: ¿qué es el Evangelio de Jesús? no es más que la continuación del predicado por el Bautista, y todos los consejos y advertencias relativas a la conducta práctica más conveniente. 
Toda la parte del contenido ético de la doctrina de Jesús se reduce a los preceptos mosaicos del amor de Dios y el amor del prójimo. Esta abnegación, llamada positivamente «fe», de aquellos que habían estado en contacto con su persona, fue la que por su persistencia más allá de la tumba del maestro, y por su gozosa aceptación del martirio, se impuso lo bastante a uno de los más decididos perseguidores, para que el encanto de la personalidad que tales efectos producía comenzase también a envolverlo en sus redes y, favorecido por otros hechos psicológicos, lo tomase de Saulo en Pablo.
Para conocer mejor a una persona, es conveniente conocer también la tierra donde nació y la organización social, política y religiosa de la sociedad en que vivió.
Así para conocer a Jesús, es necesario estudiar dónde nació y cómo era la sociedad de su época.

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